Paul McCartney, el hombre que desmerece al mito
Paul McCartney es el artista más influyente de la historia de la música popular. ¿Les parezco categórico? Puedo permitírmelo, es un beatle. Y no uno cualquiera, sino el arquitecto del sonido de la banda, el más inquieto, el más ambicioso, el más versátil. Y el mejor músico de los cuatro, por cierto.
Su estatura pop es enorme, pero se queda corta. Para ser justos tendría que ser considerado un sostén de Occidente. Imagínense por un momento lo que sería combinar el prestigio de un Dylan inteligible con el Bowie más amable. Esa tendría que ser la talla de su reputación.
Pero no.
McCartney hace mucho tiempo que perdió la batalla del carisma. Y lo peor es que todos sabemos las razones, aunque no nos guste exponerlas por una mezcla de pudor y ternura.
Y no, no vale usar a Lennon como coartada. Ya sabemos que Macca nunca pudo competir en igualdad de condiciones con el santo John, ese astuto saqueador que tan bien supo construir su imagen de atormentado rebelde con causa. Al que, además, asesinaron en el momento perfecto para ascender sin mácula al cielo de los mártires del rock. La indulgencia perpetua que otorgan las tragedias súbitas dignificó incluso a Yoko Ono, imagínense.
Pero no.
Si McCartney es visto como una entrañable vieja gloria que de ningún modo puede comparar su pedigrí rockero con el de Dylan, Keith Richards, Neil Young o Brian Wilson, es por razones más prosaicas. Pero no por vulgares vamos a negarlas:
Paul McCartney es un cursi. Un ñoño. Un remilgado niño grande al que admiramos con condescendencia pero al que despreciamos íntimamente. Es una cuestión estética.
Admitámoslo, no pasa nada.
¿Cuántas veces hemos sentido grima ante su despliegue de gestos amanerados, tan enfáticos y ridículos como los de la tía soltera que quiere “estar en la onda”? ¿Cómo evitar la vergüenza ajena cada vez que posa abrazado a su espantoso bajo Hofner mientras sonríe melindroso como un dentista jubilado?
¿Acaso hemos olvidado “Evony and Ivory” y “Say say say”?
Y sí, fue un beatle. El arquitecto. El que inventó Sg. Pepper y rescató Abbey Road. El que mandó a la mierda a Yoko y enseñó a tocar a George. El que escribió Hey Jude y She’s leaving home. Pero hoy me levanté catártico y no quiero hacer trampa. Porque, vamos a ver, ¿cuáles son las únicas (pocas) canciones insufribles del catálogo de los Beatles?
10. Good day sunshine
9. Michelle
8. Tell me what you see
7. The long and winding road
6. Yellow submarine
5. I will
4. Let it be
3. Yesterday
2. Ob-la-di, Ob-la-da
1. And I love her
Creo que no necesito aclarar quién es el autor de estas 10 canciones. Sí, es el mismo tipo al que llevo toda mi vida adulta reivindicando como el beatle integral, el decisivo, el de la impronta universal. El de la perfecta caligrafía pop que enseñó el camino a todos los demás.
Pero no.
Su carita rechoncha de juventud fue la antítesis del rock sexoso y su actual perfil de abuela ricachona me hace sentir nostalgia del punk, que ya es decir. Sus discos en solitario son tan azucarados que Elton John parece un precursor del trash metal a su lado y he sentido más pasión y riesgo en una feria de pueblo que en cualquiera de sus conciertos. Es una lástima. Quisiera disfrutar del beatle esencial como merece, pero soy un frívolo: me crié en el rock and roll.
‘Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres’, dijo Maquiavelo. No sé si tiene mucho que ver, pero la frase es buena. Let it be.
[…] setlist de lo que tocó McCartney en ese […]