The Green Album de Weezer
La típica expresión “La materia no se crea ni se destruye, sólo se trasforma” también es aplicable al rock, con ello quiero decir, que a inicios de la década noventa se vivía un esplendor en la música con el grunge: R.E.M. lanzó al mercado Out of Time, Pixies Doolittle y –por supuesto- Nirvana grabó el clásico de la época Nevermind, sin embargo, el suicidio de Kurt Cobain implicó el parcial declive del grunge y una fuerte crisis en la escena musical; ésta sufrió la mayor encrucijada de su existencia: renovarse o morir. Las transformaciones llegaron una década después y nuevos sonidos se avecinaron en nuestro milenio.
La banda Weezer quien surgió en el momento cumbre del grunge con su afamado disco debut The Blue Album y sucumbió (paradójicamente, en el atroz 1994) ante las críticas y pobres ventas de su segunda producción Pinkerton, comprendió que el grunge no había muerto sino debía transformarse; las guitarras distorsionadas, las baterías contundentes y la dureza del rock se metamorfoseaba a un sonido cálido, eficaz, sencillo y fresco, pero sin perder la brillantez.
En respuesta a lo anterior Weezer lanzó al mercado The Green Album que no sólo significó su regreso triunfal a la escena musical, también fue sinónimo de la apertura a un nuevo mercado; dicha producción retomó la estructura musical e imagen minimalista del grunge, sin embargo, con resultados totalmente distintos. Mientras Nirvana y sus coetáneos personificaron –a inicios década de los noventa- el sentimiento de inconformidad, de hastío y rebeldía, Weezer –en su nueva faceta- junto a sus contemporáneos exponían sentimientos de amor, esperanza y optimismo hacia el devenir.
El escritor japonés Haruki Murakami escribió en su novela Los años de peregrinación del chico sin color: “Su música, poderosa, conmovía al oyente física, corporalmente. Si uno se le escuchaba concentrado, experimentaba la inconfundible sensación de trasladar a otro lugar. Y no todo el mundo podía provocar ese estado en el oyente”; a pesar de que se refiere a una interpretación de uno de sus personajes, Weezer con sus melodías “Island in the Sun”, “Photograph” y “Smile” provocan en el oyente una sensación de tranquilidad, de remembranza a lugares lejanos de sosiego y un sentimiento de esperanza hacia el futuro. A pesar de ello, la banda liderada por Rivers Cuomo no perdió su esencia y canciones como “Hash Pipe” “Crab” y “Glorious Day” son guiadas con riffs poderosos de guitarras.
La virtud de The Green Album consiste en no ser virtuoso, es decir, ya no es la cualidad del profesionalismo: los grandes solos de guitarra, bajo y batería, sino un sonido sencillo, elegante, contundente, eficaz y asimismo, letras que a primera vista parecen simples pero en la profundidad mandan un mensaje de gran calidad; dicha producción nos recuerda a los inicios de The Beatles, a The Kinks o The Animals y nos deja un contundente mensaje: el rock y pop no son enemigos sino interdependientes.
Se han cumplido quince años del lanzamiento de The Green Album que le otorgó sellos característicos a Weezer como sus portadas minimalistas donde sólo se encuentra un fondo de color junto con los integrantes de la agrupación, su estructura musical (intro+verso+coro+solo) es inconfundible, un sonido afable y contundente y la gran capacidad de Rivers Cuomo de trasladarnos a lugares remotos y distantes con sus letras. El optimismo de The Green Album se ha desvanecido con el tiempo y por ello, es momento de retomarlo para recordarnos el lado humano del mundo; es cierto, la violencia generalizada, las crisis económicas y los problemas sociales persistirán, sin embargo, basta recordar: “…everybody wants some hope” y que mejor manera de conseguirla con la cálida música de Weezer.