Storytelling: El legado de Kim Deal
La trayectoria musical de Kim Deal es atípica, pero no por ello sorprendente y con un legado inigualable. En los diferentes proyectos que participó como Pixies, The Breeders o en solista, se resistió a los cánones y clichés musicales; lo anterior le permitió, tanto en su faceta como bajista o guitarrista, crear un sonido simple, directo, melódico y sobre todo, eficaz. Un presagio de su carrera exitosa fue cuando, tan sólo a los once años de edad, logró aprenderse en la guitarra “King of the Road” de Roger Miller; a partir de dicho incidente y junto con su hermana Kelley Deal, emprendió un largo recorrido musical. Es hasta 1986 cuando su trayectoria se orientó hacia un rumbo fijo; en esta fecha, Deal respondió a una solicitud de bajista para una incipiente agrupación. El resultado fue la formación de Pixies junto a Black Francis, Joey Santiago y David Lovering.
La banda originaria de Boston le otorgó un sello característico al rock alternativo, que surgió a finales de la década de los ochenta como un movimiento íntegro, autentico y con un frenesí envidiable; su origen es respuesta a una juventud en crisis que aborrecía al pasado, le agobiaba el presente y veía con incertidumbre el futuro. La música de dicho género se caracterizó en que la batería y el bajo llevaron la base rítmica y la guitarra, por su parte, se consolidó como el protagonista en escena con acordes estruendosos; la fórmula tuvo infinidad de variantes: la calidez de R.E.M y Weezer, la potencia de Smashing Pumpkins, Nirvana y Pearl Jam o la experimentación de Sonic Youth.
Pixies siguió la fórmula del rock alternativo, sin embargo, le agregó una particularidad: su música se identificó en que los versos de sus canciones son lentos, suaves, casi un susurro, para posteriormente, llegar al clímax en el verso; éste es explosivo, agresivo y estridente. La transición entre el verso y el coro es una lenta agonía llevada hasta el límite que termina con un impecable estallido en guitarras, voces y batería. En sus primeras grabaciones , Come On Pilgrim (1987) y Surfer Rosa (1988), Pixies demostró su capacidad artística aunque sin redondear su trabajo; en éstas se escucha un sonido caótico, estruendoso y experimental, no obstante, “The Holiday Song”, “Gigantic” o “Where Is My Mind?” fueron un presagio de su máxima producción: Doolittle (1989).
En su tercer disco, la banda norteamericana realizó un trabajó más limpio en producción y explotó al máximo la dualidad entre el verso y coro; por ejemplo, en los sencillos “Gouge Away” o “Hey”, el verso transcurre sosegado y el coro es el momento más álgido de la canción. Sin embargo, ese sonido no hubiera sido posible gracias al ingenio y talento de Kim Deal; ella, en sus creaciones, tiene la cualidad de reducir al mínimo los medios de expresión del bajo. Por tanto, ofrece líneas simples, melódicas y exactas de dicho instrumento, pero no por ello con una enorme vitalidad; en una entrevista y al cuestionarle sobre el sencillo “Whre Is My Mind?” comentó la sencillez para ejecutarla en el bajo, a pesar de ello, muchos bajistas no logran hacerlo porque quieren ser protagonistas y agregan figuras musicales en donde no tienen cabida. Lo anterior significa la mayor virtud de Deal: no ser virtuosa, es decir, no pretende ofrecer técnicas extraordinarias de interpretación sino el sonido justo.
Tan sólo habían transcurrido tres años desde su debut y Pixies ya había lanzado tres grabaciones, el agotamiento era evidente y aún más la insostenible relación entre Black Francis y Kim Deal; como resultado, la banda decidió tomarse un tiempo. En el intervalo, Deal formó a The Breeders junto a su gemela Kelley Deal, la bajista Joshepine Wiggs y el baterista Jim Macpherson; su disco debut Pod (1990) fue vibrante, creativo y alegre. La producción es una combinación magnifica de géneros: en “Doe” y “Opened” se escucha el vigor del rock alternativo, por su parte, “Fortunately Gone” y “Oh!” son esplendidas melodías de pop, hasta incluyen una versión ensordecedora de “Happiness is a Warm Gun” de The Beatles. Con el disco debut, Deal demostró su destreza fuera de Pixies con autoridad; logró distanciarse del oscuro y potente sonido de su banda de origen y forjó su propia música integral y atrevida. Sobre Pod, Kurt Cobain estableció: “it´s an epic that will never let you forget your exgirlfriend”.
Tras su éxito con The Breeders, Deal regresa con su banda de origen pero en esta etapa se le limitó en el proceso creativo; Black Francis tomó las riendas de la producción y las consecuencias fueron catastróficos: los discos Bossanova (1990) y Trompe le Monde (1991) se alejaron de la esencia de Pixies hacia nuevos géneros, como el rock surf. Los resultados no se hicieron esperar: Black Francis decidió separar a la agrupación y les avisó a sus compañeros mediante un fax. La ruptura no afectó a Deal y se concentró en la siguiente producción de The Breeders: Last Splash (1993); ésta siguió el dinamismo de su antecesor con canciones intensas como “Invisible Man”, “S.O.S.” y “I Just Wanna Get Along” y en otro sentido, “Do you Love me Now?” y “Drivin´On 9” son magníficas melodías de pop y hasta incursionan en la psicodelia con “Roi”. No obstante, Last Splash es recordado por ofrecernos uno de los hit más sobresalientes de los noventa: “Cannonball”. El sencillo inicia con una de las líneas de bajo más emblemáticas en la historia de la música, acompañada de una guitarra zigzagueante; al fiel estilo de Pixies, el momento culminante de la canción es el verso en donde la guitarra y batería detonan y apagan la voz de Deal que vocifera “¡Want you, Koo Koo, Cannonball!”.
La carrera de Kim Deal posterior a Last Splash ha estado llena de vaivenes: The Breeders se tomó un largo descanso debido a la adicción que sufrió Kelley Deal a la cocaína, formó la banda The Amps sin mucho éxito, lanzó algunos sencillos como solista y ya en nuestro milenio, regresó una breve temporada con Pixies y editó dos álbumes con The Breeders. A pesar de ello, la figura de la intérprete va más allá de sus fracasos porque su legado es fantástico; su sencillez y calidez humana se refleja en su sonido melódico, simple, alegre y en momentos vigoroso. Kim Deal no es la clásica artista de rock con su fulgor de frialdad y misterio, al contrario, su resplandor es acogedor y sus gestos amigables nos muestran el lado afable de la música; sin embargo, su mayor encomienda radica en que no pretendió el protagonismo y lo cedió a los instrumentos concediéndonos esplendidas y armónicas melodías. Por tanto, ¡Larga vida a Kim Deal!.