El manifiesto de la inutilidad

El manifiesto de la inutilidad

“Prefiero un buen vicio
a una mala virtud”
Ciro B. Ceballos

Desafortunada nuestra sociedad donde la literatura es un vicio y la productividad una virtud. “Haz algo de provecho”, claman los laboriosos, contemplando al lector disfrutar de una novela. Así la lógica actual espera un beneficio concreto de las actividades cotidianas, de los objetos y hasta de las personas. En este tenor es indudable la practicidad de una computadora y dudosa la utilidad de un poema. Sin embargo el ensayista Nuccio Ordine dilucida, en su libro La utilidad de lo inútil, sobre los dividendos tras acercarse al arte: éste sensibiliza, humaniza y concientiza. Una santísima trinidad mermada por la abulia social y la violencia, tan recurrentes contemporáneamente.

Lo anterior se ejemplifica con la experiencia del escritor Etgar Keret cuando leyó en su infancia Las Aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, en esta obra descubrió las pesadumbres de la esclavitud; sin embargo, después de contemplar la prepotencia de un patrón frente a su empleado, entendió que la esclavitud persistía en su presente de una forma distinta a la vivida por Twain. En efecto, la literatura manifiesta el dolor ajeno pero también toda la belleza y atrocidades de un momento histórico determinado. Asimismo, ese saber posee otra singularidad: su gratuidad, es decir, ningún conocimiento propio podrá ser comprado. Ese afán de conocer mediante la lectura es meramente individual, no obstante, transmisible. El aprendizaje al compartirlo no se pierde, al contrario, se perpetúa. Una bella idea en una época de ganancias, pérdidas y fechas de caducidad.

"Reading Room", Magnus Enckell
“Reading Room”, Magnus Enckell

Por lo tanto perpetuemos a la literatura solemnizando la contundencia del cuento, la asertividad del ensayo o la belleza de la poesía dado que el conocimiento absoluto es inexistente: la omnisciencia pertenece solamente al universo. Aquí otra peculiaridad de las letras: su vastedad encarnada en libertad. Libertad de crear, expresar y transformar. Y aunque en diversas épocas ha sido censurada o en otras estigmatizada como hoy en día, sobrevive para dar sentido a la existencia. En este período donde se ha arraigado la idea narcisista y hedonista en la cual somos dueños del mundo y podemos dar rienda suelta del mismo, lo inalcanzable de la literatura podría significar frustración. No obstante, la búsqueda perenne del saber es una satisfacción única de los amantes al arte.

Estos pensamientos navegan entre la ingenuidad, la obviedad y un anuncio publicitario de las tiendas Gandhi, sin embargo, aspiran al fomento de la inutilidad, ésta definida desde la concepción costo-beneficio del capitalismo. En consecuencia: sea un inútil y vicioso. Lea un libro y dé asco, avergüence a sus allegados y no cumpla con sus deberes cotidianos. Esto también con el arte en general: escuche un álbum, visite museos, asista a obras de teatro. En conclusión: desconfío del optimismo tecnológico de estos tiempos ya que innova pero no humaniza. En cambio, la literatura lo logra.

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