Paráfrasis: La herencia de abue Concha
Revisando el tiradero de libros de veinte pesos cerca de mi casa me encontré con un bonito ejemplar de Corto Maltés de Hugo Pratt, editado en pasta dura. Lo que más llamó mi atención (aparte del hecho de comprar una obra tan buena a tan bajo precio) fue una dedicatoria escrita en la primera página. Como consumidor de libros de viejo es bastante común encontrarse con leyendas de este tipo en las primeras páginas, o a veces a mitad del tomo. Lo más recurrente es el nombre del antiguo propietario (a mano o con sello, cuando son más sofisticados) pero a veces queda evidencia de que ese alguien tuvo que usar el libro para algo más que la lectura, por que quedan listas de compras, o direcciones anotadas. Otro tipo de leyenda es el de las dedicatorias, que muestran los buenos deseos o las felicitaciones de amigos o familiares.
La dedicatoria en cuestión dice lo siguiente: “Con todo amor para mi nietecito Juanito. La abue Concha. 3-II-78”. No me había encontrado antes con algo similar, y me puse a pensar si la abuela Concha imaginó que el libro que regaló con tanto cariño iba a terminar en un botadero de libros de a veinte pesos. El año de edición es 1971, entonces puedo asegurar que se obsequió relativamente nuevo, considerando que las ediciones españolas eran las más recurrentes para autores europeos. Como pertenece a una serie (este que tengo entre las manos es el número 5) lo más probable es que la abuela haya hecho este obsequio con base en algún comentario de su nieto; tal vez era el que le faltaba en la colección. O fue una decisión momentánea por no saber que dar, así que tomó lo primero que vio en una librería para salir del paso.
Todas estas son especulaciones, puede que alguna sea correcta o puede que ninguna se acerque. Lo cierto es que, sean cuáles hayan sido las circunstancias del regalo, terminó en mis manos después de un periplo desconocido, tal vez emocionante o muy aburrido. Esto me hizo pensar sobre los que nos dedicamos a acumular libros: ¿a donde van a ir a dar todos esos ejemplares que tenemos? Yo no poseo muchos, tal vez unos doscientos, y cada vez que llego con más libros a casa, mi familia me pregunta que voy a hacer con todo eso. Dentro de mis metas de vida no está el tener hijos, así que mi escasa fortuna de papel quedaría en la incertidumbre. Lo más correcto sería donarlos, a quien pudiera interesarle, esperando que en un futuro la gente siga cultivando el hábito de la lectura (y sobre todo en medios físicos) por que he visto el destino de muchos ejemplares de bibliotecas públicas y no es muy bonito que digamos.
La moraleja es leer lo que nos gusta mientras tenemos tiempo. La vida adulta exige una dedicación total al trabajo para comprar el respeto de los demás vía auto/Iphone/casa/hijos-horribles/profesión. El ocio es considerado como malo, y más si se asocian libros (en repetidas ocasiones me han dicho que me ponga a hacer algo en vez de estar leyendo). Los que están habituados al hábito de la lectura saben que este ejercicio es muy bonito, que implica una dedicación mental y espiritual que al final ofrece muchas recompensas. Yo he aprendido más de novelas y de cuentos que de los aburridos libros de la carrera, por eso la literatura predomina en mi biblioteca. Y siempre es satisfactorio encontrarse algo nuevo, un nuevo autor o género que nos ayude a sobrellevar la existencia.
Por lo pronto, yo sí tengo mucho que agradecerle a la abuela Concha.