La Ley de Teloneros que México necesita

En Chile, a diferencia de México, desde 2020 existe la “Ley de Teloneros” y ha cambiado el panorama musical local. Gracias a esta ley, todo concierto internacional de más de 600 personas debe incluir obligatoriamente al menos un artista o banda chilena como acto de apertura. No es un capricho ni un gesto simbólico: es una obligación legal vinculada a beneficios fiscales. Los productores que incluyan teloneros nacionales acceden a la exención del IVA (equivalente al 19% de las entradas). Si incumplen, enfrentan multas de 50 a 100 UTM que podría ser alrededor de los 7,000 USD.

El resultado ha sido que bandas emergentes y artistas locales tienen la oportunidad de tocar frente a miles de personas que, de otro modo, quizá nunca los escucharían. Compartir escenario con figuras internacionales no solo da visibilidad mediática: también implica acceso a regalías por ejecución en vivo, aprendizaje profesional y la posibilidad de ampliar su público. Se convierte en un trampolín real para su carrera.

En Chile, la medida fue impulsada por músicos y legisladores que comprendieron que el mercado de conciertos estaba dominado por propuestas internacionales, mientras que los artistas nacionales quedaban rezagados o solo eran invitados de manera puntual y opcional. Con la ley, se logró formalizar ese espacio de apertura y garantizarlo en todos los shows masivos de artistas extranjeros. El beneficio no ha sido solo para los teloneros elegidos: se ha fortalecido la industria local, se ha aumentado la circulación de repertorio nacional fomentando la participación y profesionalización de actos nacionales.

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Mientras tanto, en México, no existe nada similar. No hay una ley federal ni estatal que obligue a los promotores a incluir teloneros nacionales en conciertos internacionales. Cuando ocurre, es por decisión voluntaria del organizador o del propio artista extranjero. Algunas bandas mexicanas han abierto para artistas internacionales en grandes foros, pero no es un derecho ni una práctica sistemática. Festivales como Vive Latino o Pa’l Norte incluyen muchos artistas mexicanos, pero lo hacen por su curaduría y concepto, no porque haya una ley que los obligue.

Corona Capital es un festival que en las primeras ediciones, es decir 2010, 2011 y 2012 fueron las únicas que contaron con talento nacional, por lo que llevamos 13 años sin bandas nacionales.

La falta de regulación deja a los músicos nacionales en desventaja. En un mercado tan grande y lucrativo como el mexicano donde cada año tenemos más conciertos y las ciudades más importantes del país se han convertido en parada obligatoria en las giras mundiales de muchos artistas, miles de boletos se venden para conciertos de artistas internacionales sin que haya un espacio asegurado para talento local. Y si consideramos el costo de boletos, la inversión en venue y logística, el público está pagando por un show que podría incluir música nacional, enriquecer la experiencia y fortalecer nuestra escena para que en un futuro tengamos talento nacional consolidado.

Implementar una Ley de Teloneros en México no sería imposible. De hecho, podría construirse a partir de modelos ya probados en la región. En Argentina, por ejemplo, la Ley de la Música (N° 26.801) exige que cada show internacional incluya un telonero local con un set mínimo de 30 minutos o, en su defecto, pagar una multa del 12% de la recaudación. Es decir, se le da al promotor la opción de cumplir con la inclusión o contribuir a un fondo para el fomento de la música nacional.

En México podría hacerse algo similar. Se podría legislar para que todos los conciertos internacionales de más de cierto aforo (por ejemplo, 1000 personas) incluyan un acto nacional como abridor. A cambio, el promotor podría acceder a una exención o reducción de impuestos locales o federales sobre espectáculos. Otra opción es establecer una multa o aportación a un fondo cultural en caso de que el organizador decida no incluir un telonero nacional.

Para lograrlo, tendríamos que dar algunos pasos clave y no faltarán los retos. Los promotores podrían argumentar que incluir un telonero nacional implica costos extra, desde honorarios hasta producción técnica y tiempo de uso del recinto. Pero un esquema bien diseñado podría contemplar incentivos fiscales que compensen esos costos. Además, permitir exenciones o tarifas reducidas en impuestos locales o federales podría hacer atractiva la opción para los promotores sin encarecer boletos de forma significativa.

Otra dificultad podría ser la renuencia de artistas internacionales o sus equipos, que en ocasiones tienen teloneros propios o no contemplan actos de apertura. Para esos casos, la ley podría prever excepciones bien justificadas o alternativas, como un pago compensatorio a un fondo para desarrollo de música nacional o la organización de un concierto gratuito alternativo para bandas locales.

No se trata de imponer por imponer. Se trata de equilibrar un mercado desigual. De dar espacio real a las voces mexicanas en un circuito donde los grandes recintos se reservan para giras internacionales. Una ley de este tipo podría ser un catalizador para descubrir nuevas propuestas, fortalecer la identidad musical del país y crear una cadena de beneficios que alcance a creadores, técnicos, promotores y público por igual.

En México, la música es parte esencial de nuestra cultura, no faltan talento ni propuestas. Lo que falta es voluntad política y un marco legal que asegure un lugar en el escenario grande. Una Ley de Teloneros en México podría ser esa herramienta que abra puertas de verdad, genere trabajo digno para músicos locales y le devuelva al público una experiencia más rica y diversa. Es una conversación que vale la pena empezar ya.

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