Tras la inauguración de Donald Trump como el Presidente de los Estados Unidos de América, las mujeres del país más poderoso del mundo se levantaron en protesta a sus actitudes misóginas. Más de 2 millones de mujeres marcharon pacíficamente con el propósito de que el mundo escuchara la voz de un género oprimido; y si bien, las protestas comenzaron en Estados Unidos, todo el mundo les hizo eco.
Una de estas reverberaciones fue la sexta edición del Hertzflimmern, el evento de música electrónica alemana y mexicana que en esta ocasión decidió hacer de su foco la equidad de género. Con un line-up totalmente femenino, se demostró no sólo que el talento femenino existe, sino que vale la pena ponerle atención.
Las protagonistas fueron las mexicanas Kris Berle y Regina Puma y las alemanas Mila Stern y Lena Willikens, quienes poco a poco abarrotaron el Bajo Circuito con sonidos que oscilaban entre el house, disco, e industrial; pero sobre todo, con personas que no paraban de bailar sin importar el cambio de género electrónico.
La noche comenzó temprano y a pesar de que mucha gente no llegó temprano, Kris Berle logró crear un ambiente de fiesta que imperaría durante toda la noche y madrugada. Pero no fue sino hasta que empezó el set de Regina Puma, que la gente comenzó a abarrotar el lugar.
Para cuando el tiempo de la mexicana detrás de las tornamesas llegó a su fin, el calor en el lugar era sofocante; la gente bailando, aunado a la humedad inherente en el lugar (el Bajo Circuito, está debajo de un puente) causó una atmósfera que evocaba la de un desierto. Y fue así que la música mucho más oscura de las alemanas, llegó como un golpe de contraste.
La música de Mila Stern hizo más agresivo el baile de los asistentes; de los movimientos afables de los asistentes, que bien podrían haber sido parte de una fiesta setentera, el movimiento rítmico de la audiencia se volvió rígido y agarratodo; casi como un headbang. Y así fue hasta que Lena Willikens se apoderó de las consolas.
Willikens hizo lo que sabe hacer mejor, evocar paisajes lóbregos a través de su música y durante dos horas, los tonos de oscuridad oscilaban entre hermosos claroscuros.
Fue una noche que hizo una declaración a favor de la equidad de género a través de la música electrónica, y uno que quedó en los oídos de más de una centena de personas.