En el ocaso de 2025, MTV la cadena que definió el pulso de la cultura pop mundial durante más de cuatro décadas se despide de una parte fundamental de su legado: sus canales musicales. El anuncio de Paramount Skydance de cerrar todas las señales derivadas de MTV dedicadas exclusivamente a videoclips marca el punto final de una historia que, irónicamente, la propia MTV comenzó a escribir en su contra hace más de veinte años.
Pero MTV no es víctima del streaming, de TikTok o de YouTube. Es víctima de una decisión editorial que traicionó su identidad fundacional: abandonar la música como su razón de ser. Fue una muerte lenta, casi imperceptible en sus inicios, que terminó por convertir a la fábrica de íconos musicales en un escaparate saturado de contenido sin brújula estética ni narrativa llena de reality shows que sobrellevaron la atención del público.
La revolución que fue
Cuando el 1 de agosto de 1981 se lanzó en Estados Unidos con la frase “Ladies and gentlemen, rock and roll” y el videoclip de Video Killed the Radio Star, MTV no solo ofrecía entretenimiento, ofrecía una nueva manera de mirar la música. MTV era arte, rebeldía, juventud y sobre todo vanguardia. Transformó a músicos en íconos visuales, a los videos en obras narrativas, y a la televisión en un templo del sonido. Desde Michael Jackson hasta Nirvana, desde Madonna hasta Pearl Jam, MTV definió el estándar de lo que significaba ser una estrella pop en el siglo XX.
En 1993, esa revolución aterrizó en América Latina con MTVLA, presentando en su primer emisión el video de We Are Sudamerican Rockers de Los Prisioneros. Fue una expansión de marca y fue la creación de una comunidad cultural juvenil panamericana que hablaba por primera vez un mismo idioma audiovisual. La generación de los VJs clásicos como Ruth Infarinato, Arturo Hernández, Edith Serrano, Alfredo Lewin, Gonzalo Morales, Gaby Cam, Alejandro Lacroix, Leonora Balcarce, por mencionar algunos, los 10+ Pedidos, los Unplugged y los Premios MTV Latinoamérica forjó un canon musical propio que colocó al rock en tu idioma y al pop latino en el mapa global. Jóvenes desde Ciudad de México hasta Buenos Aires sintieron que tenían voz, estilo y sonido propio. MTVLA fue mucho más que un canal: fue el espejo donde los jóvenes latinoamericanos aprendieron a reconocerse culturalmente en su diversidad.
El principio del fin
Y sin embargo, ya en los años 2000, MTV comenzó a operar una transformación letal. El canal que convirtió a Madonna, Nirvana y Shakira en símbolos globales, decidió que había algo más rentable que la música: el reality show. The Real World, Jackass, Laguna Beach, Teen Mom, Acapulco Shore. El problema no fue diversificar; el problema fue sustituir. La narrativa visual musical fue lentamente desplazada por guiones prefabricados, personajes estridentes y formatos que apelaban más al morbo que a la creatividad.
La música no fue complementada, fue desplazada, los videoclips dejaron de tener espacio en la parrilla principal. Luego, MTV quitó la frase “Music Television” de su logo en 2010. Fue una confesión implícita de que la música había dejado de importar en su ecosistema editorial. Y cuando surgió YouTube, MTV no intentó competir, sino que pareció rendirse. Cedió su rol de curador cultural, renunció a su vocación de prescribir tendencias. El canal que solía estrenar en primicia los videos más esperados de cada década pasó a reciclar realities con rating dudoso. El espacio que alguna vez fue motor de descubrimiento musical se convirtió en una repetidora de contenido olvidable.
El cierre anunciado
Ahora, en medio de una reestructuración corporativa de Paramount y un giro total hacia el streaming, MTV simplemente termina de desmantelar su identidad. Las señales temáticas como MTV 80s, MTV Hits, MTV Live o MTV Latinoamérica en Brasil desaparecen. La música se va por la puerta trasera, sin ceremonia y sin el reconocimiento de lo que alguna vez puso en todos lados a MTV como referente de la cultura pop. El canal principal, centrado en realities, sobrevive por ahora.
La respuesta más obvia es culpar al mercado, al streaming, a la baja de audiencia, a los cambios generacionales o a las nuevas plataformas. Pero el problema principal es que MTV dejó de creer en sí misma. Desmanteló su propuesta y quiso parecerse a todos. Se adaptó, pero copiando formatos y abandonando la música. Y cuando una marca renuncia a lo que la hace diferente, pierde el sentido. La desaparición de sus canales musicales no es el resultado inevitable de una evolución tecnológica, sino el reflejo de una renuncia editorial profunda y sostenida.
Paramount, como conglomerado, tomó decisiones alineadas con la lógica financiera: menos canales, más streaming, reducción de costos. Pero en el camino, se llevó una programación, una visión y esa pérdida, pesa.
Lo trágico del cierre de los canales de MTV no es nostálgico, es cultural. MTV fue una fábrica de lenguaje, de íconos, de estilo y fue el lugar donde América Latina aprendió a verse con otros ojos, donde generaciones entendieron que la música podía ser imagen, mensaje y pertenencia.
Hoy, la música sigue viva en otros medios, en otras pantallas. Pero la experiencia colectiva que representaba MTV esa sensación de estar viendo, descubriendo y sintiendo lo mismo que millones, se apaga. MTV que era quien tenía el poder de ofrecerlo decidió no hacerlo. Las plataformas digitales ofrecen volumen, pero no comunidad, personalización, pero no sincronía.
MTV no muere por causas naturales. Muere por suicidio editorial.
