“INMARCESIBLE”: EL DEBUT DE LOS OSTINATOS COMO UNA OBRA SONORA PARA QUEDARSE

En un panorama musical saturado de inmediatez y algoritmos, Los Ostinatos emergen como una excepción necesaria. Su primer álbum, Inmarcesible, no busca volverse viral ni sonar en cada esquina. Su intención es más sutil, más honesta: crear un espacio sonoro que permanezca, que resista el paso del tiempo como una flor que se rehúsa a marchitarse.

Conformado por un grupo de amigos originarios del norte de la Ciudad de México, Los Ostinatos iniciaron este proyecto desde lo íntimo: tardes de adolescencia, discos compartidos, una necesidad compartida de traducir emociones complejas en música. Ese origen se siente en cada rincón del disco, que funciona como una especie de diario emocional colectivo.

Inmarcesible fue grabado en Guadalajara, en el estudio Rec4, bajo la producción de Odín Parada, quien supo capturar y amplificar la sensibilidad que emanaba de cada canción. El resultado es un álbum que transita por paisajes dream pop, synthwave, ambient y experimentación atmosférica, donde cada pista es una invitación a detenerse, respirar y sentir.

No hay prisas en este debut. El proceso fue cíclico, con avances y pausas, con momentos de claridad y de duda, pero siempre guiado por un impulso auténtico. Esa honestidad atraviesa cada segundo del disco.

“El álbum se siente como un puente entre nuestro mundo interior y el exterior”, dicen los músicos. Y así suena: como una conversación entre el yo profundo y el mundo que lo rodea, entre lo que sentimos y lo que logramos decir.

También hay que destacar el componente autogestivo del proyecto, que lo vuelve aún más significativo. Desde los videoclips hechos con técnica de stop motion hasta la creación del concepto visual, Los Ostinatos demuestran que se puede construir una obra sólida y emotiva desde la independencia creativa.

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