Fotos: Jesús Quintero
Con un setlist cargado de sutileza y melancolía, Homeshake convirtió su concierto en una experiencia casi hipnótica. Desde “Every Single Thing”, el público fue absorbido por la combinación de sintetizadores brumosos y la voz etérea de Peter Sagar, creando una atmósfera relajada y envolvente.
Las canciones se fueron deslizando con naturalidad, destacando momentos como “Horsie”, que con su cadencia pausada acentuó la sensación de ensoñación, o “Heartburn”, que llenó el recinto con su aura introspectiva. La conexión con el público fue sutil pero profunda, con cada persona entregándose a los ritmos lentos y las melodías flotantes de temas como “Brothers” y “CD Wallet”.
El clímax del concierto llegó con “Believe”, donde las luces bajas y el sonido envolvente hicieron que todo pareciera un sueño. Finalmente, “Call Me Up” cerró la noche con su ritmo pegajoso y nostálgico, dejando al público en un estado de tranquilidad absoluta. Homeshake demostró que no necesita grandes estridencias para crear una presentación memorable; su música, por sí sola, lo dice todo.
