En la historia del rock, hay figuras cuya melena dice casi tanto como sus letras. Los peinados no son simples elecciones estéticas; son armas de expresión, declaraciones culturales y a veces, verdaderas revoluciones visuales. Cuando un artista decide elevar su cabello a símbolo, el resultado puede marcar toda una era. Aquí te presentamos a cinco rockstars cuya relación con el peinado fue tan innovadora y provocadora como su música.

David Bowie: el arte de la metamorfosis capilar
Ningún artista ha hecho del cabello una herramienta tan versátil y simbólica como David Bowie. Su relación con el estilismo fue una manifestación constante de su espíritu mutante. Desde los años 60 hasta su muerte en 2016, su cabeza fue un laboratorio de identidades.
Durante su etapa más célebre, la de Ziggy Stardust, Bowie lució un peinado icónico: un mullet naranja brillante, con capas afiladas y una textura rígida que parecía desafiar la lógica. No era solo un color extravagante; era una estructura que representaba un personaje alienígena, ambiguo, glamoroso y peligroso. La parte frontal tenía mechones levantados y puntiagudos, mientras que la parte trasera caía en una cortina perfectamente desordenada. Este look fue creado por Suzi Ronson, estilista de la época, quien reveló que para mantener la forma usaban secador, cepillo redondo y productos de alta fijación como lacas industriales. Un producto como el gel o fijador sería ideal para replicar ese nivel de control con un acabado moderno.
Pero Bowie no se detuvo ahí. Más adelante, exploró peinados sobrios y estilizados, como el cabello liso, peinado hacia atrás y teñido de rubio platino que usó como el Thin White Duke. En los 90, llevó un corte más relajado, con rizos naturales en tonos castaños y cobrizos. Cada etapa musical tenía un corte diferente, y cada corte reflejaba un universo narrativo. En Bowie, el cabello no era moda: era argumento.
Billie Joe Armstrong: rebelión con bordes bien delineados
El líder de Green Day ha sido una constante en el punk californiano desde los años 90, y su peinado ha evolucionado sin traicionar su esencia. Su estilo más característico: cabello negro, desordenado con intención, volumen moderado, y textura punk. Pero Billie Joe no deja nada al azar. Cada mechón parece dispuesto como parte de un plan.
En sus inicios, su peinado era más sobrio: un corte recto, con puntas ligeramente erguidas. Con el éxito de American Idiot, su imagen se volvió más dramática. Adquirió un aire más teatral: mechones alzados, puntas afiladas y reflejos rojizos o verdes, aplicados estratégicamente. El cabello se convirtió en parte del storytelling visual de la banda. Esos estilos requerían productos de alta fijación como el gel Ego, aplicados con los dedos para lograr un desorden cuidadosamente calculado.
Billie Joe también ha experimentado con estilos más agresivos, como cortes casi militares con tintes oscuros, o peinados con raya lateral y volumen superior, que le dan un aire más sofisticado sin abandonar el punk. Incluso cuando opta por un look despeinado, hay una técnica detrás: secado invertido, ceras mates, laca ligera. La rebeldía se ensaya, se estudia, se fija.
Robert Smith: el torbellino del gótico emocional
El líder de The Cure ha mantenido una estética capilar que parece flotar fuera del tiempo. Robert Smith ha convertido su peinado en un icono reconocible por generaciones. Su cabello es un caos contenido: una nube negra, encrespada, salvaje, pero meticulosamente estructurada. La paradoja es precisamente su encanto.
Este estilo nace en los años 80, en plena explosión post-punk, cuando Smith y su banda empezaron a conquistar corazones con letras melancólicas y melodías hipnóticas. El cabello desbordado de Smith se convirtió en símbolo de una estética emocional, oscura y romántica. Su volumen extremo se logra a través de técnicas de cardado y el uso de productos de fijación de alto rendimiento. Se dice que su rutina puede durar más de dos horas e implica aplicar fijador por capas, mechón por mechón. Gel, laca, secador, y un ritual que puede ser más intenso que una prueba de sonido.
Smith ha sido fiel a este look durante más de cuarenta años. Aunque su cabello ha cambiado ligeramente con el tiempo —más gris, más fino—, nunca ha traicionado esa nube eléctrica que lo distingue. Su look, junto al maquillaje oscuro y la piel pálida, convirtió al cabello en parte esencial de su lenguaje visual. Es imposible imaginar una actuación de The Cure sin esa silueta en la penumbra, erguida bajo una tormenta de pelo.
Wendy O. Williams: el mohicano como amenaza visual
Wendy O. Williams, vocalista de la banda Plasmatics, fue un huracán que arrasó con los clichés de género y estética. Su peinado fue una de sus herramientas más potentes: un mohicano que parecía hecho de cuchillas. Mientras los punks de Londres apenas exploraban la cresta, Wendy la transformaba en un monumento de agresividad y control.
Rapada a los lados, con una franja central altísima y rígida, Wendy teñía su cabello de rubio platino, azul eléctrico o rojo fuego según el momento. El proceso para levantar semejante estructura requería dedicación: el cabello era secado hacia arriba, mechón por mechón, con secador y peines finos. Luego se aplicaban capas de laca y fijadores densos. En una entrevista, su estilista confesó que usaban productos tan potentes que podían dejar el cabello inmóvil por 24 horas.
Pero lo que hacía especial el mohicano de Wendy era su contexto. En los años 80, una mujer con la cabeza parcialmente rapada y una cresta desafiante era una provocación directa al sistema. Su peinado era una amenaza, una trinchera estética que declaraba: “Aquí no hay reglas”. Wendy lo combinaba con vestuarios mínimos, cadenas, dinamita en escena y una actitud de confrontación constante. Su cabello no decoraba: gritaba.
Prince: sensualidad, precisión y ondas perfectas
Prince fue un camaleón. Cada peinado que llevaba tenía algo de coreografía. Desde rizos marcados hasta alisados impecables, el cabello de Prince era una herramienta escénica tan expresiva como su voz o su guitarra púrpura.
Durante los años 80, adoptó una melena rizada con volumen, que caía sobre su rostro en mechones perfectamente definidos. Cada rizo parecía tener vida propia, formando parte del espectáculo. Más adelante, exploró peinados con alisados dramáticos: flequillos rectos, capas con movimiento, incluso un look inspirado en el estilo pompadour con contornos casi arquitectónicos.
Los productos que usaba eran sofisticados. Mascarillas, aceites, protectores térmicos, y fijadores con acabado sedoso. Prince no dejaba nada al azar. El cabello debía bailar con él, moverse en sincronía con sus giros y sus pasos. En muchos shows, cambiaba de peinado a mitad del espectáculo. Un estilista que trabajó con él en la era Musicology confesó que usaban geles con alta fijación y brillo para darle ese toque pulido sin perder naturalidad. Hoy, cualquier gel en su versión con acabado brillante, lograría ese equilibrio de forma y elegancia.
Incluso cuando optó por trenzas finas o estilos más clásicos, Prince los transformaba en algo único con cortes simétricos, líneas geométricas y detalles estratégicos. Nunca fue simple. Su cabello era una partitura más.