Si alguna vez se han preguntado cómo suena la esperanza, hay una canción de los Hermanos Gutiérrez que suena exactamente como me la imagino.
Dos figuras bajo las luces, sentados con un par de guitarras, amplificadores y pedales. Uno de ellos, Estevan, con su icónico sombrero —y digo icónico porque, al salir del concierto, vendían sombreros idénticos, lo cual me pareció muy curioso—; y a su lado, Alejandro, el hermano mayor. Ambos, de mirada latina, hacen difícil imaginar que son suizos. Son dos de cuatro hermanos, hijos de madre ecuatoriana y padre suizo.





Fotos: José Jorge Carreón
Entre canción y canción contaron historias de viajes por el desierto y recuerdos familiares de su adolescencia. Lo más conmovedor fue escuchar que la mayor inspiración de Alejandro es su hermano: empezó a tocar la guitarra a los 16 años, cuando Estevan se fue un año a Ecuador, como una forma de lidiar con lo mucho que lo extrañaba. Fue un momento muy íntimo que reveló la profundidad de su vínculo. Volteé a ver a mi amiga, que es mamá de un niño y una niña pequeños, y le pregunté: “¿Tus hijos se aman mucho?”. Me respondió que sí.
Cada canción de los Hermanos Gutiérrez es un viaje cósmico —como sugiere el título de su último álbum— entre cuerdas y sintetizadores. Descubrí un instrumento nuevo para mí: el lap steel, que toca Alejandro. Por un momento, pensé que era un qanun.
La verdad es que escucho poca música instrumental; casi siempre me conecto con la música a través de las letras. Pero, como dijeron ellos anoche, lo suyo son relatos sin palabras. Y eso me pareció profundamente inspirador.
Los Hermanos Gutiérrez son una banda relativamente joven. Su primer concierto fuera de Suiza fue en 2020, y curiosamente fue en México.
Me los imagino en un futuro cercano explorando nuevos ritmos, quizá melodías más bailables, con guiños a la salsa o la cumbia. Anoche mencionaron su gran afición a estos ritmos. Recomiendo mucho la experiencia de escuchar en vivo a los Hermanos Gutiérrez.