Después de seis años de silencio discográfico, la banda londinense Cold in Berlin está de vuelta con Wounds, un trabajo que promete llevar su sonido a un nuevo nivel. En este quinto álbum, el grupo se sumerge en un terreno experimental donde conviven el doom, el post-punk y el krautrock, dando forma a un universo sonoro tan hipnótico como inquietante.
La vocalista Maya describe este disco como un recorrido por las distintas formas en que las personas enfrentan y transforman las heridas de la vida: “Es una celebración extraña de ese dolor que todos compartimos, del duelo y la alegría de sobrevivir, de encontrar a otros que entienden ese mismo fuego”.
Como adelanto, la banda presentó “Hangman’s Daughter”, un sencillo que arranca con un bajo techno envolvente y evoluciona hacia un estallido de guitarras y coros monumentales. Maya lo define como “una canción de amor no correspondido que refleja los peligros que aún enfrentan las mujeres cuando deciden no amar a un hombre que exige ser amado”.
El proceso de grabación se llevó a cabo en Foel Studio, en medio de los valles galeses. Según el guitarrista Adam, el entorno místico del lugar influyó en la intensidad del álbum: “Estábamos rodeados de bosques y piedras ancestrales, con noches llenas de estrellas fugaces. Todo eso quedó impregnado en las canciones”. Para añadir más capas al sonido, contaron con la participación de Bow Church, figura clave de la electrónica oscura en Berlín, y un saxofonista de jazz cuyo nombre permanece en secreto por razones contractuales.
Wounds no solo recoge la crudeza de los directos de Cold in Berlin, también expande su horizonte creativo con pasajes de free-jazz, estructuras irregulares y texturas electrónicas que exigen escuchas repetidas. Tras el aclamado Rituals Of Surrender (2019) y el EP The Body is The Wound (2024), este nuevo material se perfila como el lanzamiento más arriesgado de su carrera y un firme candidato a colarse en las listas de premios importantes como el Mercury Prize 2026.