DAMN. de Kendrick Lamar o el tren del mame equivalente a un Frapuccino Unicornio

DAMN. de Kendrick Lamar o el tren del mame equivalente a un Frapuccino Unicornio

Hace 20 años era impensable hacerle una reseña a un nuevo álbum en menos de un día, pero gracias a la fugacidad del internet y a la ansiedad que todos tenemos por culpa del mismo, estamos obsesionados por encontrar algo nuevo constantemente. Como un adicto a la cocaína, o peor aún, como alguien sufriendo de síndrome de abstención a la heroína. Y pues el  álbum más reciente de Kendrick Lamar, DAMN. fue asimilado por esta generación de la manera más pasajera.

No puedo más que comparar el fenómeno más que con otro fenómeno igual de fugaz: el frapuccino de unicornio de Starbucks.

Todo mundo quería hablar y ser parte de la conversación; no importa si en su vida habían escuchado la música de Kendrick Lamar, o si tenían diabetes y no podían probar el Frapuccino de Unicornio, no podían quedarse sin formar parte de los hashtags y los comentarios en FB.

DAMN. tiene un valor cultural mucho menos perecedero que el de un Frapuccino de Unicornio y eso es indiscutible, pero en una era en la que lo que cuenta es el número de likes, retweets o vistas, no puedo más que pensar que la profundidad del álbum de Kendrick se perdió entre el ruido de todos los que pretendían saber algo de la música del rapero, y las selfies de todos los que tomaban una bebida de colores pastel.

Hubo miles de opiniones acerca del álbum de Kendrick, y leí muchas de ellas. Pero no puedo evitar pensar en que la gran mayoría que escribió o se grabo hablando acerca de DAMN. tuvo que introducirse a la historia y música de K Dot en un crash course de Spotify, Apple Music o el servicio de streaming de su preferencia. Y es justo eso lo que cuestiono, esa falta de honestidad consigo mismos y esa necesidad por pertenecer a la conversación aunque no sepan ni de lo que hablan.

Este texto no pretende ser una reseña de DAMN. sólo una breve crítica al llamado “tren del mame” que ocurre cada semana en las redes sociales, y muchas veces se llevan entre las piernas a cosas mucho más trascendentes de lo que es una maldita campaña publicitaria de una cadena de café.

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