En un gesto típicamente gestáltico, -bastante común en la sociedad neurótica en la que vivimos y presente desde siempre como cualidad intrínseca del ser humano civilizado- uno se puede imaginar, todos aquellos atributos socioculturales que se tipifican de manera instintiva y a su vez gregaria. Que agrupan inconscientemente a las personas, sin tener necesariamente una mala intención, es casi un proceso vegetativo, que sucede como un reflejo, tal como la respiración. Tomando esto en mente, uno puede relacionar en el mundo de la música algunas de dichos rasgos y categorizarlos de acuerdo a ciertas razas. Por ejemplo, uno escucha reggae en alguna parte y lo relaciona con músicos de origen jamaiquino y con rastas, lo mismo pasa con proyectos de electrónica de corte experimental, uno tiende a pensar que pueden estar relacionados a tierras teutonas. Lo cierto, es que esta falsa construcción está agonizando; todas estas estructuras de prejuicio están desapareciendo, y la globalización ha dado pie a ello; ahora es muy fácil ver una banda de post punk (que realmente suena a post punk) brasileña, o proyectos de rock psicodélico de Grecia, o qué sé yo.
Esta introducción funge como puente para entender lo que me pasó cuando me enteré del deceso de Toots Thielemans, el día de ayer y de todos esos pequeños casos que lograron ser reconocidos cuando la globalización aún no era tan fuerte como al día de hoy. Éste fue un compositor de jazz, guitarrista, y armonicista, de origen belga que durante la época de los 50 dio de qué hablar en la revolución del jazz en Estados Unidos, misma que se propagaría en onda expansiva por todo el globo. Interesante ya que la mayoría de nombres grandes en el terreno del jazz eran de piel negra, y sólo aquellos pocos blancos que lograban ser parte de los círculos más exclusivos de esos terrenos, eran aquellos que realmente lo merecían, que eran, extraordinariamente buenos.
Toots Thielemans, incursionó de manera temprana en la música, con la guitarra específicamente. No obstante, no fue hasta que cumplió 16 años, que tuvo sus primeros acercamientos a la armónica, la cuál se convertiría en el instrumento por el que posteriormente sería reconocido a nivel mundial. Fue a raíz de una gira por Europa al lado de Benny Goodman que tuvo la oportunidad de viajar a Estados Unidos dónde llegó a trabajar con personajes del calibre de Miles Davis, Quincy Jones, Frank Sinatra, Charlie Parker, Ray Charles, Bill Evans, Jaco Pastorius, Stevie Wonder, o Ella Fitzgerald, entre mucho otros.
A principio de la década de los 60, Thielemans, gestó su obra magna, y por la que más se le recuerda a la actualidad: “Bluessette”. Una pieza de corte melancólico, dónde la armónica era la piedra angular en sentido melódico e incluso rítmico. Sin embargo, la carrera de Toots Thielemans está matizada por un sinnumero de colaboraciones y odas exquisitas, aspecto que nos da cuenta del impresionante talento con el que contaba y de ahí que tuviera la oportunidad de trabajar en el circuito de las grandes ligas del jazz.
Toots Thielemans falleció el día de ayer, 22 de agosto a la edad de 94 años en paz, de vejez. Su legado será recordado no sólo por su talento, sino por romper con todas esas estructuras de segregación tan comunes en aquellas épocas. Para todos aquellos entusiastas del jazz, que no les resulta familiar, como a mí en su momento, esta una excelente oportunidad para enriquecer su acervo personal, y brindar coyuntura a nuestra concepción del aparato musical de manera más concisa.