El escritor José Agustín definió a la subcultura como “una serie de movimientos y expresiones culturales, usualmente juveniles, colectivos, que rebasan, rechazan, se marginan, se enfrentan o trascienden la cultural institucional”; en este sentido, el festival Nrmal se transformó paulatinamente en un espacio de difusión, expresión y experimentación de las propuestas musicales, artísticas, cinematográficas y gastronómicas de la escena nacional e internacional. Las bandas musicales han sido el atractivo principal del festival, sin embargo, con el transcurso de las ediciones las exposiciones de artistas plásticos y visuales –por ejemplo, en el 2012 se expuso una galería del ilustrador Jiro Bevis- o el bazar de diseño en el cual se exhiben y venden productos de moda, fotografía, joyería y ecología, ofrecen una amplia variedad de elementos culturales con la finalidad de que el público conozca e interactúe con ellos. Por ejemplo, en la última edición del evento se dio pie a Cocina Central –auspiciado por Comilona- en donde chefs y mixólogos com partieron sus métodos, platillos y bebidas mediante enfrentamientos entre ellos; el objetivo fue claro: dar a conocer los proyectos independientes de la gastronomía y que éstos se relacionaran con el público. Con este mismo afán el espacio alternativo NODO consistió en un a serie de conferencias de artistas para compartir experiencias y consejos al espectador.
La primera edición del festival Nrmal se llevó cabo en el año 2010 y durante estos siete años de permanencia se ha
consolidado como un evento indispensable y esperado por el público, debido a la necesidad de consumir proyectos culturales novedosos, frescos y alternativos. En concreto refiriéndome al aspecto musical, el festival es una plataforma para los intérpretes mexicanos a consecuencia de los escasos lugares para promover su música; asimismo, es un espacio para conocer bandas internacionales poco difundidas en el mercado y hasta algunas de culto –por ejemplo, el año pasado se presentó Swans-. Me pareció interesante observar los carteles de ediciones anteriores nombres nacionales como She´s a Tease, Los Románticos de Zacatecas, Little Jesus, No somos Marineros, The Volture, Tino El Pingüino y en el internacional Grimes, Banda de Turistas, Javiera Mena, El Columpio Asesino, Future Islands, The Black Angels; algunos dieron sus primeros pasos en la escena nacional gracias al Nrmal y hoy siguen buscando un sitio en la industria y otros –no falta decir- consolidados en ella.
A mi entender una de las palabras clave del Nrmal es expectación, es decir, los asistentes al festival a veces no tienen la menor idea de lo que se puedan encontrar en su camino; suena ilógico pero una mayoría compra su boleto sin ser un gran fanático de las agrupaciones en el cartel, acuden para explorar nuevas propuestas artísticas –especialmente musicales-.
Más allá de indagarme sobre la creciente popularidad del Nrmal, quisiera subrayar los indicadores que deja el festival; por un lado, el ansia del público por experimentar diferentes manifestaciones culturales y la necesidad de crear mayores espacios y eventos de dicha índole. Concretamente en el ámbito musical, los consolidados Vive Latino y Corona Capital –aunque en su momento aportaron a la causa- tienen fecha de caducidad debido a que no frecen nada nuevo visto con anterioridad, los carteles son repetitivos y las bandas en ellos llegan a ser chocantes; al acudir a dichos eventos se puedo pronosticar su inicio, desarrollo y conclusión. Es cierto, una gran mayoría seguirá consumiendo estos festivales pero el prestigio ganado de Nrmal es un síntoma de la apertura cultural en nuestro país –al menos en la Ciudad de México-.
En sus primeras ediciones el festival Nrmal se llevó a cabo en Monterrey con la finalidad de atraer bandas y público extranjero a suelo nacional, no obstante, con el curso de los años su difusión ha llegado a lugares inesperados; cada vez se posiciona como un festival rentable, propositivo y al parecer los mejores años vienen por delante. Hoy se celebra su séptima edición y más allá de los gustos musicales, se debe reconocer, aplaudir y –especialmente- seguir el ejemplo de sus logros; ya que en un país donde la libertad de expresión no parece ser un derecho fundamental, es utópico creer en un festival donde se expresa, escucha e interactúan una infinidad de ideas.