Paráfrasis| Los abismos del mundo laboral, según Nothomb

Amélie Nothomb es una escritora de origen belga que viajó y vivió desde temprana  por diferentes países del mundo como Japón, China, Estados Unidos, Laos, Birmania o Bangladés; ello debido a la profesión de su padre, diplomático de Bélgica. De esta manera se entiende que su infancia es inusual a una inmensa mayoría; en ella conoció una amplia variedad de culturas y por ende, coexistió con una infinidad de aventuras insólitas. Una parte de su narrativa que compagina dos géneros literarios como la autobiografía y la ficción es prueba de sus epopeyas pero también de sus tragedias; las obras El sabotaje amoroso, Ni de Eva ni de Adán o La nostalgia feliz relatan ciertos pasajes de la vida de la escritora.

En esta ocasión, quisiera recuperar su libro Estupor y temblores en el cual recuerda su primer y amargo acercamiento al mundo laboral. Con veintidós años de edad, la joven Nothomb ingresó a trabajar en calidad de intérprete a una gran compañía japonesa de comercio; sin embargo ciertas contrariedades y malentendidos provocaron que se le relegará a un plano inexistente dentro de la empresa. De redactar cartas pasa a servir café y té para los empleados, posteriormente a distribuir el correo y luego a sacar fotocopias y finalmente se le hunde moralmente, adjudicándole el puesto de conserje de los baños tanto de hombres y de mujeres.

Desde su llegada a la compañía no vio ningún ascenso y más bien un constante declive; pero en ese transcurrir la escritora sufrió un sinfín de vejaciones, humillaciones, burlas y maltratos de cualquier índole. Y ahí uno de los méritos de la obra, ésta da constancia de un sistema laboral consolidado en esa época y vigente en la actualidad; aquel donde la palabra competencia y perfeccionamiento es el pan de cada día. Ya no sólo es importante el saber, también el saber ser; es decir: rendir al máximo en el aspecto laboral, personal y en la interacción con los demás.

Pero Estupor y temblores señala las paradojas de dicho régimen: mientras el discurso incita a la superación, iniciativa y creatividad, en la realidad se detesta el pragmatismo y se prefiere los métodos estandarizados olvidando los estímulos hacia la inteligencia, se anteponen los intereses personales en favor de los de la empresa, se olvidan las gratificaciones y se apremian las reprendas.

Amélie Nothomb
Amélie Nothomb

Nothomb acierta en el punto y señala: “[…] y pensar que había sido lo bastante estúpida para hacer estudios superiores”. La frase permanece vigente debido a que en la actualidad se impone el dedazo al talento. Mientras se anuncia con un tono halagüeño las ventajas de los estudios superiores y la profesionalización, en la práctica lo anterior resulta improductivo; al parecer, la mejor manera de sobresalir es con la escuela de la vida. Si me creen fatalista, tan sólo pregunto: ¿En cuántas ocasiones encontramos al hijo, sobrino, primo, hermano, compadre, cónyuge o al ahijado de un dirigente realizando un trabajo que no le corresponde?

Esto es un síntoma de un sistema jerarquizado, estático y obsoleto. En la novela de Nothomb, ella relata sus ansías de encontrar su espacio óptimo en la empresa; no obstante aprende, de mala manera, que en el ámbito laboral hay ciertos rangos y reglas inquebrantables. El ascenso no es para los capacitados, sino para los humillados. En un tono trágico y cómico señala: “Así pues, en la compañía Yumimoto yo estaba a las órdenes de todo el mundo”.

Una minoría disfruta de su quehacer cotidiano, pero la mayoría se encuentra insatisfecho como la escritora belga; además, son rebajados constantemente por sus superiores. Lo anterior lo ejemplificaré con algo que me sucedió: desde hace unas semanas soy voluntario en una biblioteca pública y para ingresar al inmueble, me anoto en un listado que su única finalidad es atormentar al prójimo. La apoderada del registro es una policía hermética apegada a su fácil trabajo, sin embargo, hace unos días se salió de lo habitual y me preguntó: ¿Y usted no se cansa?

Su cuestionamiento demuestra dos cosas: por un lado, su raciocinio no concibe que una persona regale veinte horas de su semana a un espacio al cual aparentemente detesta; pero lo anterior también refleja su resignación a realizar una labor inmutable. Mientras Amélie Nothomb toleró a sus veintidós años todo tipo de humillaciones en una empresa, como consecuencia de la vanidad y orgullo; me pregunto, ¿Qué mantiene a una inmensa mayoría en su trabajo? Puede ser el miedo a perder lo poco que se tiene o también el conformismo; es decir, ser conscientes de las limitaciones nuestro saber y saber ser. Ellos nos llevaron hasta ahí y no habrá que exigirles de más.

Nothomb menciona: “Por extraño que pueda parecer, cuando uno desempeña un trabajo poco lúcido, el único modo de preservar su honor consiste en callarse”. Aquel día la policía erró a la regla y se atrevió a cuestionar mi brío para realizar un acto tan desinteresado, pero principalmente estúpido. Por ello, quisiera preguntarles: Y ustedes, ¿no se cansan?

Estupor y temblores de Amélie Nothomb puedes conseguirlo en las diferentes librerías de la Ciudad de México. Asimismo, se encuentra disponible en el catálogo de la Biblioteca Vasconcelos.

Por Andrés

No soy historiador.

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